Martín Azúa, el Sillón Om y la Economía de la Naturaleza

"Todos los proyectos esconden historias ocultas", dijo Martín Azúa. Era sábado. El primer sábado que hacía frío. Era pronto, y "hacía" un poco de sueño, pero se pasó en seguida. Me fascinan las personas que al hablar transmiten pasión. Por lo que hacen. Por lo que crean. Por su manera de vivir.

En un momento de la presentación de su Sillón Om, este vasco afincado en Barcelona que estaba en Elche participando en las primeras Jornadas de DCAW (enhorabuena, chicos), también dejó entrever ese otro lado de la pasión: esa alegre intranquilidad que te aborda mientras buscas lo que no encuentras, mientras escuchas y creas, y conversas con unos y con otros, re-haces, re-buscas hacia dentro y hacia fuera: "Cuando decidimos hacer algo, siempre hay una voluntad de llegar hasta el final". 




Y entonces apareció en su discurso una flor. La flor, e-s-a flor: la orquídea.

Hace poco pensé que en la versión asilvestrada del libro, "El Principito" debería haber tenido una orquídea en su asteroide B 612 en lugar de una rosa. De ser así, habría sufrido menos por ella. Porque esta flor delicada y elegante es salvaje. Es salvajemente bella, necesita muy poco para vivir y es capaz de adaptarse a casi todos los ambientes. Pero entonces quizás "El Principito" habría sido un cuento distinto.

"Me gusta aplicar en mi trabajo el Principio de Economía de la Naturaleza, donde todo está medido al milímetro, no hay excesos, no hay despilfarros. Y es tan bello al mismo tiempo... La naturaleza es la gran lección: en ella todo funciona", dijo Martín Azúa.

Esta versión del Sillón Om no es la oficial. Me enteré en el descanso, cuando aproveché para preguntarle si estaba disponible en el mercado. "No, eso lo hicimos un día, jugando sin más... Pero es muy fácil: coges un cutter, haces un orificio lateral, y ya la tienes". Así de natural.