Había llovido intempestivamente durante un par de días. El temporal se había llevado por delante los muros de algunos chalets de Las Marinas: el mar, en asombrosa crecida, había engullido la arena que apuntalaba los muros de entrada, y sin tierra firme donde anclarse, las paredes habían caído como albóndigas de pan.
El domingo salió el sol, y a media mañana fueron a dar un paseo por las Rotas. Caminaron un buen rato junto a la orilla del mar, hasta llegar al "barranco", una planicie ahora asfaltada, que durante su infancia fue su particular patio de recreo. El primer vis-a-vis con una culebra lo tuvo allí, a los 4 años, y por entonces pensó que había visto una cobra (como mínimo): la imaginación, que juega malas pasadas...
Hoy, el barranco ya no es barranco; Asfaltado, ahora sirve de playa "salvaje" en verano, donde guiris y lugareños bucean y se refrescan. Pero el domingo pasado, y debido al temporal, el mar había cubierto de piedras la superficie asfaltada. Montones de piedras. Tantas, que habían formado una enorme alfombra (algo dura), de más de 10cm de grosor.
Sus dos sobrinos y ella jugaron a buscar caracolas y piedras de suaves cantos. El niño buscaba serio, centrado en su tarea, mientras la niña se cansaba cada poco y decía que allí no había caracolas y qué como hago para encontrarlas. Recogieron preciosas caracolas, una piedra con una A grabada, estrellas de mar... y hasta vieron restos de cabezas de pulpo. Eran tan chulas, (las piedras, las piedras... ) que decidieron hacer una selección: las de suaves cantos las pintarían para decorar la mesa de Navidad, y las caracolas y demás animales salvajes servirían para hacer una original composición marina en el centro de la mesa.
Sin aquél temporal infernal, ninguna de aquellas preciosas piedras hubiera llegado hasta la orilla. Si el mar no hubiera azotado la costa, ninguna de esas olas hubiera tenido la fuerza necesaria para arrastrar semejantes tesoros. De vuelta a casa, y con los anoraks de los tres cargados como los bolsillos de Hansel & Gretel, de repente se dió cuenta que ese temporal se parecía mucho a la cruda realidad de un año en crisis, azotado por la incertidumbre del oleaje y el eco del pesimismo agarrado al cuello de la nuca...
Era el mismo temporal que le enseñó que el mundo esconde hermosas caracolas por todos sus rincones, tesoros preciosos que te asaltan por el camino como las olas a un surfero. El mismo temporal que le enseñó que el fondo del mar esconde lo peor y lo mejor de cada uno de nosotros, y que algunas veces, sólo una horrible tormenta puede llevarte a un precioso lugar. Feliz Navidad. Y un gracias muy grande, ya seas caracola, pescadito, piedra-canto o cabeza pulpo ;)... por todo lo que hemos compartido en este 2009: ¡ha sido un año muy cool!
pd: no se me ve la frase de la cabeza: paz, amor... ¡y el plus pal salón!. Pues eso.
Got it?
Barranco de Las Rotas, Domingo 20.12.2009
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