Todo el mundo tiene al menos una bonita historia que contar... ¿Cuál es la tuya?
domingo, 24 de marzo de 2013
Buscar
Algunos puzzles son de muchas piezas. Igual que algunos vecindarios. Hay una pared, que en algunos edificios es de papel, donde un montón de universos están unidos por un rellano y un ascensor.
- ¿A qué piso?
- Al segundo, por favor.
Los encuentros de ascensor son como el correo: para conocer a alguien de verdad, tienes que intercambiar muchos mensajes. Y unos cuantos cafés.
Algunos puzzles son de muchas piezas. Y cuanto más grande es la foto, más piezas tiene la caja. Empiezas Enero comprando Nueva York y luego dices: cuando acabe el año, nos iremos de paseo a Central Park, ¿quieres?
Claro que quiero. Aunque a mí Nueva York me parece que va muy rápido. Pero si tú quieres, iremos a Nueva York. Y de ahí a Nueva Delhi. O a Nueva Guinea. O a Nueva Zelanda. O... Ahora que Marzo ya casi se acaba, hay muchas piezas repartidas en la mesa de madera donde la taza del desayuno ha dejado otro surco más.
Cuando el sol de Primavera se cuela por la gran ventana, es tiempo de coger las piezas y mirarlas despacito, buscando el canto que encaja. Voilà! Luego sonríes al ver el primer cachito de la Gran Manzana y sólo de pensarlo, ya te entran ganas de que llegue el verano.
El otro día fuimos a la playa. Ir a la playa es como jugar a detener el tiempo. O como hacer puzzles de muchas piezas. Caminas un buen rato, y mientras intercambias palabras cojas y silencios largos, de pronto el viento te trae la pieza que faltaba.
-"¿Volvemos?"
Y entonces sientes el viento de primavera colarse en tu garganta, le das una vuelta al pañuelo que abraza tu cuello y guardas con mucho cuidado la pieza que acabas de encontrar. Luego miras al mar, y te acuerdas del verano. Y de las tardes en la playa sin pañuelo ni jersey.
Me gustan los puzzles de palabras, porque a veces se escapan y tienes que volver a empezar: poner otra vez todas las piezas en la mesa, sentarte a mirarlas, hablar con ellas y buscar:
- "¿Qué pieza nos falta para subir al Empire State?"
Al principio, cuando juegas a hacer puzzles, lo más peligroso es que pierdes el sueño de pura emoción.
Pero luego, si miras los surcos que dejó la taza de café, algo te dice que vas a necesitar un poco más de tiempo para completarlo. Y que tienes que dormir. Que si corres demasiado, te perderás en Central Park. Y es que los bosques son peligrosos. Bueno, eso dicen Alí y Nino. Por eso, vale despistarse pero sólo un poco. A mí una vez me pasó. La primera vez. Eran Carnavales en Alemania y me equivoqué de estación. Pero creo que lo hice adrede.
Lo bueno de buscar es que tienes que abrir mucho los ojos. O cerrarlos hasta que tu mirada vea sólo el canto que separa el techo de la pared: "El cuerpo es una máquina de adaptación", dijo él mientras levantábamos mucho los brazos y respirábamos a la vez. Vaya por Dios. Eso sí que son buenas noticias.
Buscar es divertido, pero hace falta paciencia. Y tener un cuerpo de chicle. Lo primero no se vende todavía en la carnicería. Lo segundo se puede conseguir. Bueno, eso me dijo el chico de cuerpo adaptado. Y no parecía mentir.
El otro día, en un evento muy bonito, una escritora de pelo rizado y tez morena me preguntó, mientras bajábamos por un suelo de madera interminable:
- Entonces, ¿tú te dedicas a la moda, no?
- No. Yo en realidad soy exploradora.
- Ah, ¡qué divertido!
Sí. Es muy divertido. Sobre todo cuando sales a buscar. A buscar despacito, entre la maraña de lo días. Y las tardes de papel.
Foto: En San Francisco, cerca de la casa donde vivía.
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