sábado, 25 de febrero de 2012

Ventanas


(Rae) Ventana: del latín ventus: Abertura más o menos elevada sobre el suelo, que se deja en una pared para dar luz y ventilación. 

Y en una bonita serendipia, el tren le dijo al libro: hoy serás mi ventana al mundo.

Íbamos por Albacete, pero en realidad estábamos en Teherán.

Sentados con Nino y Ali, -el Romeo y Julieta de Asia a principios de siglo XX- escuchábamos una ópera sin sonido, envueltos en palcos de terciopelo rojo. 

Al fondo del vagón, alguien bailaba de pie, moviéndose torpemente. Llevaba unos cascos muy grandes y el volumen de su música muy alto. Parecía colocado. Le conocía, pero sólo de vista. Viajé en el tiempo, y por un instante me asomé a la ventana de recuerdos del evento donde habíamos coincidido.



Sentados en medio de un banquete, Daniani y Alí hablaban de desiertos y de bosques: 

"El mundo de los árboles me confunde, alteza. Está lleno de sobresaltos y enigmas, lleno de fantasmas y demonios. La mirada se estrecha. Está oscuro, los rayos del sol se pierden entre las sombras de los árboles. Todo es irreal en esa media luz.  
Daniani me miró pensativo: (...)- Pero el fuego del alma procede del bosque. El bosque está lleno de preguntas, por eso los creadores vienen de allí". 

En la cafetería, había cola para pedir. Apoyada en la barra mientras esperaba mi bocata, miré a mi alrededor y ví: 1) un anciano a mi izquierda que acababa de llegar, 2) una señora de cuarenta años con el pelo corto y unos mofletes muy redondos, y 3) un tipo normal de otros cuarenta al fondo, junto a la ventana. Detrás había más gente.

El camarero de tez oscura preguntó:

- ¿Quién va? 

El chico de unos cuarenta y pocos plantó su voz impaciente sin mirar a un lado, dejando alucinada a la señora de mofletes rechonchos:

- Una cocacola light. 

Ella resopló, y yo le sonreí.

- ¿Quién va? 

La señora desplegó sus alas de elegancia sublime, con ese tono incisivo que a veces tenemos las mujeres:

- Me toca a MÍ, pero que pida antes este señor mayor. 

De vuelta en el vagón, Europa estalló en guerra, Alí se negó a alistarse en el ejército ruso y Nino tuvo que escapar con su familia para ponerse a salvo. No sé cómo acaba la historia porque voy por la página 59, pero creo que todavía nos quedan unos cuantos bosques por recorrer.

"Cuántas ventanas diferentes", pensé al llegar a mi destino, mientras recorría los escasos metros que separan los vagones de mi escena favorita: los encuentros en la estación. Por un instante, me pareció importante elegir bien la ventana desde la que asomarse al mundo. 

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